Mamá y papá como puerto de refugio
Los hijos e hijas tendemos a ir a nuestros padres cada vez que nos pasa cualquier cosa, cada vez que necesitamos algo, que estamos mal, que estamos bien, que dudamos, que lloramos, que estamos contentos, que tenemos miedo, en definitiva, para casi todo. Es lo natural, que un hijo o hija vaya a sus padres cuando lo necesite.
Porque nuestros padres son nuestros proveedores selectivos de todo: de amor, de atención, de escucha, de apoyo, de consuelo, de consejo, de corrección, y un laaaargo etc. En definitiva, son nuestro puerto de refugio. Allí donde sabemos que podemos ir que encontraremos refugio de aquello que nos pasa, que nos preocupa o nos atormenta.
Esto sería lo ideal.. lo que todo hijo e hija desea y necesita de sus padres.
¿Pero siempre es así?
Desgraciadamente no.
En este otro post te hablo sobre ese “desgraciadamente no”.
En este post, me voy a centrar en lo que sí, en lo ideal, hacia donde como padres debemos orientarnos para tener hijos e hijas sanxs emocionales.
Los padres deberían ser un puerto de refugio para los hijos. Ese lugar donde denominamos “casa” y sabemos, que si vamos, nos van a recibir con los brazos abiertos y vamos a encontrar justo lo que necesitamos.
Este post va dirigido a ti, padre y madre, que quieres aprender y reconfirmar lo que ya sabes: has traído al mundo a tus hijos no para satisfacer tus propias necesidades (que algunas se satisfacen y mucho), sino para darle a tu hijo lo que necesita en cada momento.
Esto no significa que no te des a ti lo que necesitas y mereces, ni mucho menos. Sigues siendo responsable de ti mismo aunque hayas traído vida al mundo. La cuestión es que, además de ocuparte de ti, ahora debes de responsabilizarte emocionalmente de otro ser o seres. Y esto es otro curro.
Cuando tus hijos nacen, de repente te vuelves su proveedor selectivo de lo que necesita en cada momento: a veces necesitará atención, otras veces escucha, otras espacio y otras abrazos.
Saber leer esto, es un arte.
A veces nada sencillo, pero con práctica se consigue 🙂
Cuando un hijo viene a tu puerto, lo que debes preguntarte en primer lugar es:
¿Qué necesita de mi ahora mismo?
Si no lo sabes.. pregúntaselo. Al final, juntos, encontraréis la respuesta.
A veces los hijos sólo necesitan escucha y sentir que “estás”.
Saber y sentir que “estás” es tan reconfortante para ellos… Es una de las muestras de amor más grandes que hay.
Cuando nos cuentan “sus cosas”, muchas veces nos apresuramos a opinar y juzgar. Seguro que eso es lo que menos necesitan de nosotros ahora mismo.
Cuando vienen emocionalmente alterados, necesitan contención, cariño, espacio, abrazos, escucha… lo que es seguro que no necesitan de ti en ese momento, es ese juez sentencioso que les diga lo que seguramente ya saben. Todos llevamos un juez interno, no lo olvides. Ellos también.
El acercamiento emocional hacia tu hijo o hija debe hacerse desde el respeto a esas necesidades que tiene en ese momento. Si no conoces esas necesidades estaría bien preguntárselas, y si ni él o ella lo saben, estaría genial que las encontrarais juntos.
Al final, después de tantos años viendo a adultos de manera exclusiva en Terapia, me he dado cuenta que lo único que necesitaban de sus padres, y que posiblemente no tuvieron, es ese sentir que “están”.
Los adultos afortunados (y más de ciertas generaciones) que si que lo tuvieron ese “estar”, lo recuerdan y lo sienten como algo realmente importante (por no decir lo más importante).
Esto es debido a que cuando somos adultos, olvidamos las cosas materiales para dar paso a los recuerdos que tenemos de las vivencias conjuntas con nuestros padres y familia.
Al hacer la línea de la vida en consulta (es un ejercicio donde plasmamos nuestra vida en orden cronológico dividido entre positivo y negativo), veo y confirmo que ahí solo hay momentos (buenos o malos), no hay cosas materiales. Y si las hay, es porque esas cosas materiales han generado recuerdos y momentos que les han marcado. Por eso lo ponen.
Estaría genial que te tomaras unos minutos para reflexionar sobre lo que has leído. Hacer un ejercicio de mirarte al ombligo. No sólo como padre o madre, sino también como hijo/a.
Observa y siente aquello que necesitaste. ¿Estuvo cubierto? Si no estuvieron tu necesidades emocionales cubiertas y tus padres no fueron tu puerto de refugio.. ¿Has sanado esas heridas?
Piensa que lo que no sanamos y trabajamos a nivel interno, irremediablemente lo traspasamos a nuestros hijos. Y ellos son los últimos responsables de ello, y por lo tanto, no deberían pagar esas consecuencias.
Plantéate cómo “estás” para tus hijos. Y dentro de ese “estar”, piensa que hay una parte emocional brutal, no sólo la física (necesidades más físicas).
¿Cómo acompañas a tus hijos en sus necesidades?
¿Cómo respondes a una llamada de ayuda por parte de tus hijxs?
En definitiva… ¿Cómo “estás” en sus vidas?
Deseo que este post te haya servido para reflexionar y para crecer un poquito más por dentro.
¡Un abrazo!